domingo, 14 de octubre de 2012

Primer Misterio Luminoso. El Bautismo en el Jordán


El Bautismo en el Jordán

El bautismo de Cristo. Autor Domenico Tintoretto. Museo Nacional del Prado


«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco"». (Mt 3,16-17) 

«El comienzo de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán. Juan proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Lc 3, 3)» (CIC, 535).


La meditación de este misterio, nos la ofrece el periodista administrador del blog el observador gaditano y cofrade D. Jesús A. Cañas Carrillo, 



M E D I T A C I O N

El Bautismo en el Jordán

El Hijo amado, en quien se complace Dios, es bautizado por alguien “más que un profeta”, Juan el Bautista. Él es el elegido por Jesús. Tanto que el propio Mesías no duda en alabar al profeta: “Entre los nacidos de mujer no ha surgido uno más grande que Juan el Bautista” (Mt 11, 7-11). La importancia de este misterio es clave en la historia del cristianismo, igual que ocurre con su peso en las Sagradas Escrituras. De hecho, la escena es referida por los cuatro Evangelistas y supone el inicio de la vida pública de Jesús. La orilla del Jordán es también el espacio para mostrar el misterio de la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo que baja y reposa sobre la cabeza del Hijo de Dios. Toda una carga simbólica que no escapa a la historia del arte. Desde los primeros cristianos, el Bautismo de Cristo es representado. Un fresco de la catacumba de Calixto, en la cripta de Lucina del siglo II, es la primera constancia. Luego llegarían las célebres pinturas de Piero de la Francesca a El Greco.

Exquisitas representaciones que muestran la grandeza del momento que se vivió entre Jesús y Juan el Bautista. Sin embargo, su bautismo es bien distinto del resto de los hombres. Así lo deja claro el propio Bautista: “Yo os bautizo con agua, pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3, 16-17). El cristiano se siente injertado en Cristo por el Bautismo, es su primer paso. Con el agua llega el Espíritu Santo, ese mismo que se posó sobre la cabeza de Jesús para convertir al Bautista en “testigo de que es el Hijo de Dios”. Como él, el cristiano debe ser mensaje y testimonio de la Palabra de Dios.

En la claridad de la palabra, en la sinceridad del mensajero, en la hondura espiritual del propio mensaje es necesario ser testigo de Cristo, como bien supo ser Juan el Bautista. Cada cristiano desde su ámbito, desde su esfera, desde sus posibilidades, debe ser testimonio. Máxime en el contexto cruel y descarnado que nos toca vivir. Recordar el misterio del Bautismo en el Jordán bien puede servir para evocar a ese Dios padre y protector. Y a ese Hijo que trata al Señor como Padre. Una relación filial que trasciende diferencias sociales, clases o procedencia.

Todos los seres humanos son receptores de una gracia que incluye a todos por igual. El aliento para el necesitado, el que ya no ve claro el camino, está en este misterio de la Trinidad. Conviene recordarlo, ya no solo para el que no cree, si no para el que cree y flaquea ante los reveses de una existencia que se antoja complicada. Ante las dificultades de la vida, la desesperanza y la negrura, siempre es necesario evocar a ese Hijo Redentor que, a la edad de los 30 años, dio su primer paso en la vida pública con el Bautismo en el Jordán.

Su testimonio de vida, de Verbo hecho carne, es necesario para seguir adelante. Con nuestras miserias y limitaciones, somos ‘alter Christus” que portamos nuestra propia Cruz. Siempre un madero más pequeño, menos pesado que el de Aquel que dio su vida por la humanidad. Esa humanidad que se debate día a día en cómo seguir adelante, cómo superar sus miserias, hoy escritas con las palabras paro, crisis o pobreza. Quizás mañana sean otras, pero el bálsamo siempre es el mismo. Se trata de recordar la luz y la esperanza de ese Jesús que se bautiza en el Jordán. De ese Juan el Bautista que es testimonio del Hijo de Dios. De ese Padre amoroso que bendice a su Hijo hecho carne. En definitiva, queda levantarse de cada caída; evocar al Perdón ante cada falta recibida; sobreponerse a los misterios dolorosos de la existencia; ser testimonio de la luz de Cristo. Desgranar con esperanza cuentas del Rosario de una vida que es un regalo, la clara señal del amor de Dios.


                                              Jesús A. Cañas Carrillo


En nombre de la Junta de Gobierno de esta Venerable Cofradía queremos agradecer la colaboración de Jesús con esta campaña.

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